martes, 29 de junio de 2010

El arte del joven De Palma (1)

Con Margot Kidder en el set de Sisters

Brian De Palma es sin duda uno de los realizadores clave en la historia del cine americano. Truculentamente comercial y extremadamente artificioso, siempre a gusto en la cuerda floja de la experimentación narrativa como señuelo de las emociones del espectador, la sofisticación de su trabajo alcanzó grados magistrales precisamente en aquella etapa de los '70s y la primera mitad de los '80s, cuando sus variaciones sobre temas hitchcockianos eran aún desestimadas como plagios por sus detractores, mientras que sus entusiastas sabían ver en ellas homenajes que señalaban una rara integridad artística.

Sisters (1973)

En esta pieza temprana los escalofríos provienen de Psycho (1960) y Rear Window (1954). Ambas hermanas, interpretadas por Margot Kidder, son descendientes directas de Tony Perkins. Luego, la trama se desenvuelve a la manera de una pesquisa, de una busca a través de los más oscuros laberintos de la mente y del destino humanos, un esquema que el director repetiría. En Sisters, como en Psycho, esa indagación no encuentra una resolución cerrada en el aspecto específico del caso psíquico, pero tampoco en el nivel de realidad de la narración. De Palma enfatiza la naturaleza onírica o artificial de su mundo pesadillesco en el remate de ésta y otras entregas de su filmografía, consiguiendo un efecto secundario tan digno de interés como paradójico: una realidad compleja.

viernes, 11 de junio de 2010

Miss Julie


Away From Her (2006) fue el sorprendente debut de la actriz canadiense Sarah Polley como realizadora de largometrajes. Sorprendente hasta cierto punto, como lo confirmara el espectador atento que reconoció la sensibilidad de una de las figuras más interesantes del panorama internacional, desde películas como The Sweet Hereafter (1997) hasta su última colaboración con la española Isabel Coixet en La vida secreta de las palabras (2005).

Julie Christie --en palabras de Al Pacino, “la más poética de todas las actrices”-- es nuevamente la musa. En una obra como ésta, que considera el proceso del envejecimiento y sus consecuencias, la luz que irradia Christie resulta intrigante. El personaje que interpreta es una mujer que, como ella misma dice en cierto momento, “se está yendo, pero aún no se ha ido”: singularmente hermosa, lanzando destellos de un fuego que no es ya el de su juventud, pero que es siempre el de la vida.

Julie Christie en Darling (1965)

La historia de un matrimonio amenazado por el Alzheimer sirve para que Polley comunique con una seguridad envidiable, apoyándose en un guión de su propia autoría basado en un relato de la prestigiosa Alice Munro, la corriente turbulenta que anima a sus maduros protagonistas. Grant (Gordon Pinsent, soberbio), ex catedrático de mitología escandinava, experimenta el mismo amor profundo e incondicional por Fiona (Christie) que en la época en que ella se le propuso, hace ya cuatro décadas. Desde entonces no se han separado el uno del otro un solo día, ni siquiera cuando las tormentas que estallan en la mejor de las relaciones intentaron hundir su barco sin conseguirlo. Ahora, cada vez más enferma, Fiona requiere ser internada en un lugar especial, y enfrentarse a la verdad de su condición será la última y decisiva prueba que ambos tendrán que aceptar.

Con un estilo algo evocador del de su mentor (y productor ejecutivo) Atom Egoyan, Polley despliega una elegancia mucho más cálida y menos severa, una expresión mucho más directa e intensa, y un bienvenido sentido del humor, tan oportuno como inteligente. Su ópera prima es una carta abierta en homenaje de una leyenda, una presencia hechizante y una actriz irresistible capaz de enamorar a su audiencia igual que siempre. Pues, en un rol que asume a la perfección, Christie desarrolla un trabajo impecable en su naturalidad y magistral en su humanidad, lejos de la típicamente oscarizada representación de cualquier minusvalía; sin duda, uno de los mejores desempeños de su carrera. Pero la cinta es también una oda al amor romántico como ideal posible, la descripción certera de una nostalgia forzada, y la exposición de unas personalidades verosímiles emocional y sentimentalmente desamparadas. Away From Her logra ser todo eso.



jueves, 3 de junio de 2010

Inocencia interrumpida


Badlands (1973) es un filme interesantísimo. La dificultad de sus imágenes --austeras, singularmente objetivas-- y su tono desconcertante parecen deshumanizar un escenario corrupto, en realidad, por la presencia de Kit Carruthers (Martin Sheen), el serial killer cuya conducta enigmática es observada con exasperante, lírica ingenuidad por su compañera Holly Sargis (Sissy Spacek). En su pasiva percepción de Kit, lo que Holly está percibiendo es finalmente la naturaleza de la civilización y la capacidad de ésta para la destrucción de la vida.

Holly tiene 15 años de edad, y vive con su padre viudo en un pueblo del Medio Oeste americano circa 1956. La narración en off de la propia chica nos revela: "He tried to act cheerful, but he could never be consoled by the little stranger he found in his house." Ecos de The Heiress (1949) pueden ser apreciados. Poco más tarde, el espontáneo escapismo de la adolescente obtiene una inesperada recompensa cuando, como salido de una de las frívolas revistas de cine que frecuenta, Kit se cruza en su camino. "He looked just like James Dean." Kit además es mucho mayor que Holly. Si fuera un tipo romántico podría haberse llamado Edward Cullen.

Sin embargo, Badlands apenas admite romanticismo de alguna clase. De hecho, el amor contemplado de esta manera contiene cierta pureza que la película se encarga de extinguir junto con la infancia de su protagonista. Poco antes de emprender la fuga con su novio, Holly, desde una ventana, mira a un par de niños al otro lado de la calle. Están haciendo gestos indescifrables para el espectador, lo que no significa que lo sean también para Holly --al menos no todavía; Kit y Holly son aquellos niños. Después, Kit incendia la casa. El fuego envuelve todo; el cuerpo del padre de Holly es aún visible, otras cosas ya no tanto. Entre ellas, la casa de muñecas en la habitación de la niña.

Cuando Kit es detenido por la policía, la película está señalando su distancia per se de la perspectiva subjetiva de Holly (ausente de la escena). Y cuando el agente hace la observación de que es innegable y sorprendente la semejanza del asesino con James Dean, el acto de Kit resulta también innegable y sorprendente. Todo en él es un reflejo distorsionado, grotesco del "sueño americano", de la celebridad. Su temperamento excéntrico y sus poses sacadas de Giant (1956) no resuelven el misterio de su infame carrera, pero acaso echan alguna luz sobre la sociedad que lo crió y en la que nunca supo encajar.