viernes, 21 de enero de 2011

Tom Cruise, ídolo del aire


Don Simpson y Jerry Bruckheimer marcaron el Hollywood de los 80s. Verdadera parafernalia de individualismo exaltado en cuentos de hadas trepidantes y con más canciones que los de Disney, su idea literalmente espectacular de hacer cine --o dinero, en sus propias palabras-- encontró en Tony Scott (director de la tarantiniana True Romance, de 1993) a un ejecutor insuperable. Acción, romance, humor y melodrama son dosificados en un guión tópico, aderezado por la elegante puesta en escena de Scott, cuya estética aparente hace de Top Gun (1986) una de esas películas "banales" que no se olvidan fácilmente.


Estrenada en América Latina como Pasión y Gloria, lanzó al non plus ultra estelar a Tom Cruise --sí, el mismo que por estos años filma con más pena que gloria-- e inmediatamente se ganó el favoritismo vitalicio del público; no hace falta decir que es todo un emblema cinematográfico de su época, no sólo en los Estados Unidos (para cuya aviación militar significó lo que Pumping Iron para la industria de los gimnasios).


Ficción elemental sobre un joven as de aquella institución, ha provocado una difundida lectura en virtud de sus casuales (¿?) guiños homoeróticos, desde ciertos diálogos hasta la insoslayable secuencia del voleibol playero. Desde Pauline Kael hasta Quentin Tarantino, la teoría es irresistible. Lo cual añade aún más interés a este folletín decente, ejemplar en su tipo.

sábado, 1 de enero de 2011

A propósito de Kansas City Confidential (1952)


Esta muestra de film noir pertenece a la línea de títulos tan imprescindibles como The Killing (1956) o la descendiente legítima de éste, Reservoir Dogs (1992): es cine de atracos, de ladrones cuyas pretensiones los exceden, de ilusos perdedores --en fin. Ciertamente, Tarantino consigna esta intriga de corrupción y falsas identidades entre sus favoritas, y sus huellas pueden guiarnos a los preparativos del asalto o a la interacción de los personajes en Dogs. Pero eso también se halla en la obra maestra de Kubrick; tan perfecta que aun ostenta su propia femme fatale en este subgénero que suele ningunear a las arpías y a las vírgenes por igual.

Los filmes que estamos tratando --específicamente, lo cual nos prohíbe tocar obras sui géneris como The Pope of Greenwich Village-- imponen su misoginia por omisión. El suyo es un mundo sin mujeres --cuando éstas no son Eva y la manzana sino la misma Serpiente en Double Indemnity o Detour. No debe comprenderse literalmente la inexistencia femenina a que me refiero; sin embargo, sucede que, por ejemplo, ni la novia de Sterling Hayden (en la fundacional The Asphalt Jungle, de 1950, o la propia The Killing) ni la mujer que dispara al estómago de Mr. Orange (Tim Roth) parecen ser figuras realmente influyentes o presencias consustanciales a la trama, más allá de su posición funcional o estratégica. Luego, los antihéroes en las películas de atracos se tornan más duros, menos complicados que sus enamorados compañeros de género pero menos estúpidos también. El sexo es alejado de la palestra por el dinero o el deseo de éste. La lujuria sustituida por un rigor igualmente obsesivo.