jueves, 26 de agosto de 2010

Badlands: poesía y psicología


[Las imágenes de un filme poético son especialmente herméticas, pero es éste uno que provoca el análisis psicológico tanto como el simbológico o el textual, pese a su propia indiferencia al respecto.]

Las cuestiones siguientes aluden a la pareja protagonista de Badlands, película americana de 1973 dirigida por Terrence Malick y estelarizada por Martin Sheen en el papel de Kit, un hombre aún joven sin presente ni futuro, y Sissy Spacek en el de su enamorada Holly, una chica de 15 años de edad cuya voz en off --leyendo su diario o dejando constancia de los hechos en un futuro incierto que es el presente de los espectadores-- ilustra, más que da cuenta o explica, la naturaleza singular de esta historia.

1. Rasgos de personalidad y de comportamiento

Nos hallamos en el Medio Oeste de los Estados Unidos, en el año 1959. Kit Carruthers es un sujeto que vive en los márgenes de la sociedad rural de Dakota del Sur. Su educación es limitada y los empleos le son esquivos, y cuando obtiene alguno suele perderlo poco después. Kit sólo tiene un único amigo, compañero suyo en su breve incursión como basurero local. En su tiempo libre, Kit vive plenamente en su propio y exclusivo mundo, un mundo fantástico en el cual él es la encarnación de la imagen del eterno rebelde sin más causa que su disidencia existencial mitificada por su ídolo cinematográfico James Dean --quien, al igual que este particular admirador suyo, ya no era ningún adolescente cuando se convirtió en todo un icono socio-cultural gracias a sólo tres filmes (excelentes, eso sí) y a su muerte el mismo año de su éxito, 1955, cuando contaba 24 años de edad.

Kit es mucho más que un ejemplar de lo que suele considerarse como antisocial. Es lo que se conoce como un sociópata. Sin embargo, sólo cuando conozca a Holly Sargis se podrá observar todo el alcance de su profundo desajuste emocional, psicológico y social.

Kit en crística pose copiada a Jimmy Dean

Holly es una niña todavía, en apariencia tranquila e inofensiva. Vive con su padre, y es huérfana de madre. Su padre es un pintor de carteles que no le procura el soporte afectivo que necesita; es un hombre de típica formación conservadora y cuyos principios masculinos entre otros factores le han impedido un acercamiento apropiado a su hija. Entre ellos solamente se dan algunos momentos que delatan el amor paterno-filial que existe. Por lo demás, Holly también vive en un mundo de fantasía. No sólo el de una adolescente en ese momento de su vida, con todo el romanticismo provisto por el cine y las revistas de vanidades femeninas, sino que en su interior se halla un deseo oculto, no por mucho tiempo, de transgredir los límites de la realidad y ser libre para vivir en la piel tales fantasías. Inesperadamente, aun para ella, esto llega a materializarse cuando conoce a Kit, un hombre que tiene el vergonzante trabajo de basurero pero cuya personalidad la intriga y atrae a un destino decididamente fatal.

Por supuesto, no es una gran sorpresa que el rechazo de Kit por parte del padre de Holly sirva como el detonante de una serie de crímenes, el primero de los cuales es precisamente el asesinato a sangre fría del señor Sargis --quien a su vez había ultimado a sangre fría al perro que era mascota de su hija. La ocasional o aparente gratuidad, y la, valga la redundancia, sangre fría con la que Kit comete sus homicidios, se convierten así en la revelación de su trastorno personal, y (cómo no) el de su precoz compañera.

La insensibilidad de Kit y una vaca supuestamente muerta

Porque si el delirante asesino ha perdido ya para siempre cualquier noción de las normas sociales y de los derechos individuales de los demás --todos los seres vivos tienen derechos, y los animales son los seres más indefensos de todos--, la pasividad y casi indiferencia que muestra Holly, con esa cualidad de algún modo desesperante que tal vez tenga algo que ver con el autismo de algún tipo, son los signos de una ya evidente psicopatía. Para sólo poner un ejemplo, la falta de emoción al narrar los hechos hace de Holly alguien que casi provoca más escalofríos que los mismos. No es, por ello, tampoco ninguna sorpresa que cuando Kit mata a Cato, su único amigo, y éste se halla desangrándose hasta morir en el pobre colchón que le sirve de cama, la pequeña Holly se comporte como si estuviera en un parque conversando trivialidades con una persona cualquiera, a la que conoce lo suficiente como para preguntarle con confianza qué le da de comer a la araña que tiene como mascota. Cato le responde que moscas, víctima y testigo él mismo de la deshumanización que puede causar una anomalía mental.

Holly en virginal, sagrado parecer

2. Psicofisiología de Kit y de Holly

En ambos casos se incurre en una desviación con respecto de lo que la realidad es objetivamente. La psicosis que ambos sufren ha empeorado su funcionamiento social normal. Hay una zona del cerebro que es responsable de las reglas sociales. En el caso que nos ocupa, tal zona, localizada en la región prefrontal del cerebro debe de haber sufrido alguna lesión o estar malformada debido a alguna otra causa, que podría ser congénita.

El córtex prefrontal no se activa en los sujetos que sufren esta clase de aberraciones, como sucede en las personas normales. Por eso, además, podría haber razón para eximir a Holly de cierta responsabilidad en los crímenes cometidos, ya que los sistemas cerebrales involucrados en el procesamiento de lo que es socialmente aceptable no están aún maduros --visión que respaldan estas investigaciones-- en niños y jóvenes.

Tampoco se excluye la posibilidad de una alteración en el nivel de Dopamina, del ácido gamma aminobutírico (Gaba), como en la estructura del lóbulo frontal.

Finalmente, los cambios en la Serotonina no están descartados en absoluto, ya que los desequilibrios mentales de Kit y Holly además han establecido probablemente una relación entre la sensación de placer y sus actos de transgresión.

domingo, 8 de agosto de 2010

El arte del joven De Palma (3)

Dirigiendo a Melanie Griffith

Body Double (1984)

Esta vez el origen se halla en Vertigo y, como siempre, Rear Window. La originalidad de Body Double demuestra la capacidad de De Palma como lector de Hitchcock y narrador audiovisual. Lleva más allá aún su pericia técnica en la permanente estilización de situaciones mitificadas por el Maestro, y si Sisters y Dressed to Kill contenían algún auténtico acierto, también lo podemos constatar aquí. En el sentido cinematográfico, el director se supera a sí mismo, conduciendo al delirio el clima de una secuencia inolvidable, hito en la obra de De Palma, de valor parigual a la secuencia de la muerte del amante de Margot Kidder, y aun posiblemente superior a la del museo en Dressed. Tal es la calidad de esta secuencia que, ya no habría que decirlo, vale por sí sola toda la película, sin considerar los defectos que ésta exhibe hacia el final. La secuencia referida desarrolla una persecución: a semejanza de Jimmy Stewart, el protagonista de Body Double es un detective que acecha a una bella mujer, de quien, para variar, se enamora. El escenario es un enorme centro comercial, lleno de vitrinas, escaleras y pasillos. La cámara y la edición hacen prodigios. Esta maravillosa secuencia se prolonga en una playa, donde se añade un peligro mortal incorporado en un sicario tan mal encarado como el de la segunda versión de The Man Who Knew Too Much, y un túnel, donde De Palma intenta recrear el beso de Vertigo.