miércoles, 15 de octubre de 2014

Robin forever


In memoriam

Como a muchos, la muerte de Robin Williams me golpeó tan duramente que, desde su anuncio, hasta hace poco no pude verlo en una película de nuevo, como quien se encuentra otra vez con un amigo entrañable a quien siempre se extraña. Advierto que aún me es difícil escribir líneas tan simples como éstas, pero no quería dejar mi blog sin ningún homenaje debido, por más tardío que pueda ser, aparte de su reciente rebautizo: The Fisher King es, sencillamente, una de las grandes.


Robin fue el primer actor de cine que hice un héroe mío, allá cuando empezaba a darme cuenta de que no solamente los libros o la música me ofrecían la posibilidad de resolver una identidad, una intimidad existencial. Fue precisamente a través de su segundo filme como protagonista, la adaptación que George Roy Hill realizara de la novela de John Irving The World According to Garp, que asumí una cinefilia militante y solitaria. Garp, el ambicioso escritor que empezaba a explorar las fuentes más vitales y menos presentables de su prosa, fue, inmediatamente, otro yo. Robin, con su inevitable calidez y honesta complejidad, era, mientras duraba el metraje y cuando lo repasaba en mi memoria, aquel hermano que nunca tuve.


Llama la atención lo relacionado que está Robin Williams con la literatura. En Patch Adams vuelve a dialogar con Walt Whitman, e inclusive muchos años antes hizo una película titulada, prácticamente, Carpe diem: Seize the Day (1986). Lo cierto es que el Oscar que finalmente obtuvo como Actor de Reparto por su brillantísimo Sean Maguire en Good Will Hunting no fue, ni de lejos, su primera estatuilla de la Academia. O Captain! My Captain!


Patch Adams (1998), la generosa cinta dirigida por Tom Shadyac, es algo que tiene que verse para comprender por qué tanta gente alrededor de todo el mundo continúa en luto por la partida de su inmortal estrella. Por qué el declarado amor y no solamente la admiración ilimitada. Sólo había un actor capaz de interpretar esta historia de un médico decidido a revolucionar su profesión mediante la risa. En su aspecto de clara metáfora sobre el propio Robin Williams, es bastante ardua de ver; ya no hablemos de lo que supone, literalmente, la presencia de este verdadero médico del mundo, que ayudó a tanta gente gracias a su don personal, en una trama que lo identifica tan innegablemente con su personaje en los aspectos más dramáticos y obscuros. Por supuesto, la tragedia se desliza en esta “historia real”. La vida es lo que es, y alguien irrepetible como Robin Williams aun falleció para que aprendamos a valorar sus momentos más preciados. Te fuiste para quedarte, Robin.