Esta producción
inglesa ofrece una exploración del alma de la esquizofrenia voluntariosamente
marcada por la silueta de Hitchcock y la sombra de Psycho (1960); de hecho, el famoso
“Giorgie’s Theme”, desempolvado por Quentin Tarantino en su primer Kill Bill (2003), fue
compuesto (como el resto del score) por Bernard Herrmann. Lo que separa a este
film de otras variaciones sobrevolando la historia originalmente escrita por Robert
Bloch es una sencillez pasmosa en su efectividad: no esperen encontrar en
Twisted Nerve los malabares y las acrobacias audiovisuales --siempre
magistrales, eso sí-- a que es adepto Brian De Palma, el émulo más aventajado de
Hitch, pero tampoco pasarla para nada cómodos. (Se entiende que son conscientes
de lo que van a ver.)
Un solitario muchacho de
inteligencia excepcional finge cierta deficiencia mental para librarse de su
pudiente aunque incompatible familia. En su camino conoce a una joven de bondad
igualmente insólita, que le abrirá las puertas de su casa con los resultados
que el lector de esta nota ya habrá adivinado. Excelente como un bocadillo
delicado con el centro ponzoñoso, la realización sabe provocar el malestar y la
inquietud sin recurrir a los golpes de efecto y las triquiñuelas típicos del
género. Por el contrario, el suspense se apoya en la precisa edición de planos largos sin ser morosos y
en los movimientos sinuosos de una cámara que sigue a sus personajes como si
fuera el asesino que se esconde entre ellos, sigilosa, penetrando la situación
desde la penumbra que envuelve lo que ignoramos. Además de Hywel Bennet en
estupendo trabajo protagónico, recordemos a Hayley Mills (también co-estrella de
Bennett en The Family Way, dirigida por el propio Roy Boulting, y producida por su gemelo y habitual socio John, en 1966), una sensual Billie Whitelaw (la niñera infernal en The
Omen, 1976), Frank Finlay (el Iago de Olivier en 1965) y Barry Foster (el mismísimo
asesino serial de otra, futura, joya, el Frenzy que Hitchcock estrenaría en 1972) como el elenco de
una pieza modélica en su capacidad de sugerencia y clásica en su elegante (si
puede utilizarse tal término respecto de lo obscuro y macabro) expresividad. Hay
que buscarla y apreciarla --para este cronista Twisted Nerve es al menos tan reivindicable
como la (a mi gusto) un tanto inferior Peeping Tom (1960), por ejemplo. 5/5