[Fue
ésta una cinta que en su momento no vi en salas porque, pese a la insistente
recomendación de mi papá, yo preferí que entráramos a una función de
Police Academy (¡!).]
Como
previendo las absurdas acusaciones de
limitada creatividad que de cuando en cuando se dejan oír sobre su obra, el
creador de Star Wars se sacó del sombrero otra ficción alimentada por los
seriales que disfrutó en su niñez; pero esta vez George Lucas compartió el
desarrollo de la historia principalmente con su amigo Steven Spielberg, una
decisión que probó ser sabia al menos durante las tres primeras películas de la
serie, muy en especial la que nos ocupa: el director sabe conectar Raiders con
la gran tradición que va de Casablanca a Lawrence of Arabia, sin perder ni por
un instante el espíritu frenético y suspenso de las matinées episódicas. Un año
después de The Empire Strikes Back y otro antes del imprescindible E.T. the
Extra-Terrestrial, el estreno de la aventura original de Indiana Jones supuso
la consagración de una imaginación nostálgica al servicio de un cine sentido
como puro artificio e irresistible escapismo. La lúdica realización de Spielberg, toda
celebración y humor y (por supuesto) infantilismo, es excelente y se encuentra
entre los clásicos de una filmografía distinguida por los Jaws y las
Schindler’s List, nada menos. Aunque parezca difícil de creer dado el portentoso
genio artístico detrás del universo de Luke Skywalker y Darth Vader, Lucas --que
además escribió la entrañable American Graffiti (su primer éxito profesional,
una añoranza del pasado real) y la
esencial THX 1138, uno de los debuts directoriales más influyentes y menos
apreciados de que se tenga recuerdo-- ha declarado significativamente su escaso
entusiasmo hacia la labor guionística, en el caso de Raiders llevada a cabo con
suma inteligencia por Lawrence Kasdan, también colaborador en Empire y Return
of the Jedi. El emblemático score a cargo de John Williams rubrica un show
exultante, exótico y no exento en absoluto de un notable lado oscuro (ejem), en
un ejemplar ejercicio de acción desbordante y misticismo
que desafía al tiempo y a cualquier tardío traspié sudamericano.