In memoriam
Como a muchos, la muerte de Robin
Williams me golpeó tan duramente que, desde su anuncio, hasta hace poco no pude
verlo en una película de nuevo, como quien se encuentra otra vez con un amigo
entrañable a quien siempre se extraña. Advierto que aún me es difícil escribir
líneas tan simples como éstas, pero no quería dejar mi blog sin ningún homenaje
debido, por más tardío que pueda ser, aparte de su reciente rebautizo: The
Fisher King es, sencillamente, una de las grandes.
Robin fue el primer actor de cine que
hice un héroe mío, allá cuando empezaba a darme cuenta de que no solamente los
libros o la música me ofrecían la posibilidad de resolver una identidad, una
intimidad existencial. Fue precisamente a través de su segundo filme como
protagonista, la adaptación que George Roy Hill realizara de la novela de John
Irving The World According to Garp, que asumí una cinefilia militante y solitaria.
Garp, el ambicioso escritor que empezaba a explorar las fuentes más vitales y
menos presentables de su prosa, fue, inmediatamente, otro yo. Robin, con su
inevitable calidez y honesta complejidad, era, mientras duraba el metraje y
cuando lo repasaba en mi memoria, aquel hermano que nunca tuve.
Llama la atención lo relacionado que
está Robin Williams con la literatura. En Patch Adams vuelve a dialogar con Walt
Whitman, e inclusive muchos años antes hizo una película titulada,
prácticamente, Carpe diem: Seize the Day (1986). Lo cierto es que el Oscar que finalmente obtuvo como Actor de Reparto por su
brillantísimo Sean Maguire en Good Will Hunting no fue, ni de lejos, su primera
estatuilla de la Academia. O Captain! My Captain!
Patch Adams (1998), la generosa cinta
dirigida por Tom Shadyac, es algo que tiene que verse para comprender por qué
tanta gente alrededor de todo el mundo continúa en luto por la partida de su inmortal
estrella. Por qué el declarado amor y no solamente la admiración ilimitada.
Sólo había un actor capaz de interpretar esta historia de un médico decidido a
revolucionar su profesión mediante la risa. En su aspecto de clara metáfora
sobre el propio Robin Williams, es bastante ardua de ver; ya no hablemos de lo
que supone, literalmente, la presencia de este verdadero médico del mundo, que
ayudó a tanta gente gracias a su don personal, en una trama que lo identifica
tan innegablemente con su personaje en los aspectos más dramáticos y obscuros.
Por supuesto, la tragedia se desliza en esta “historia real”. La vida es lo que
es, y alguien irrepetible como Robin Williams aun falleció para que aprendamos a
valorar sus momentos más preciados. Te fuiste para quedarte, Robin.
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