The Spiderwick Chronicles (2008) es una aventura cinematográfica en muchos sentidos. Observar el
desarrollo de su trama y el despliegue de los efectos audiovisuales confirma
cuán lejos estamos muchas veces de saber en verdad de qué se trata una película
hasta el momento mismo en que formamos parte de su audiencia, cuando la
experiencia nos revela una vez más que es posible el milagro de retornar a la
infancia perdida y a la sensación vivificante de ser niños nuevamente. Niños
inocentes con una lucidez que les permite ver más allá de las apariencias
mezquinas de la realidad. Es por eso, en primer lugar, que The Spiderwick Chronicles merece ser distinguida.
Así pues, nos encontramos frente a una aventura que incluso hace referencia
explícita a aquellas de las que disfrutábamos cuando leíamos a Stevenson, por
ejemplo, y un día parecía durar un año porque entonces sí duraba un día. Ésta
es una descripción aún limitada, no sólo por lo breve, sino también por lo
creíblemente fantástico o lo fantásticamente creíble, de lo que les sucede a
todos los personajes de esta película llegado el momento de encarar su
situación en el mundo, con respecto de sí mismos y de los demás. Apreciar como
espectador el preciso instante en que ello es experimentado por los adultos de
este universo delirante y sin embargo familiar por lo extrañamente reconocible
que muestra The Spiderwick Chronicles, es algo singularmente
conmovedor.
Porque lo mejor de todo es la sencillez con que nos es contada esta historia
maravillosa, plagada de criaturas fabulosas y eventos inconcebibles en la
cotidianidad que vivimos. El argumento de la película, de por sí encantador,
podría resumirse como sigue: La familia Grace abandona su residencia en Nueva
York para trasladarse a la casa que la madre (Mary-Louise Parker) ha heredado
de sus antepasados los Spiderwick, una familia de excéntrica reputación en la
cual el padre, Arthur Spiderwick (David Strathairn), pagó con su propia vida
las inquietudes científicas que lo consumían, dejando en la orfandad a una
devota hija que tuvo que ser recluida en un sanatorio para enfermos mentales.
Es ésta, la tía Lucinda, ya una mujer anciana (Joan Plowright), que con esa
decisión marcará el destino de su sobrina Helen y de los hijos de ésta, los
gemelos Jared y Simon (Freddie Highmore x 2), y la adolescente Mallory (Sarah Bolger), quienes desde la noche en que
toman posesión de su nuevo hogar empiezan a ser testigos de los fenómenos que
ponen en evidencia la realidad alternativa que los circunda.
Lo mejor de la ficción escapista, cuando es lograda como la que comentamos,
es que, precisamente la que conserva por siempre el sello de la inocencia
infantil, es la más inteligente a la hora de comentar sobre la naturaleza de
cosas tan complejas como el bien y el mal, sobre todo cuando estos temas son
contrastados dentro de un marco tan conveniente como es el de el día a día que
todos conocemos. La familia Grace tiene problemas de gente real, y la
simplicidad con que esos problemas son resueltos hallan su perfección
intachable en el ímpetu irresistible de la épica de la que The Spiderwick Chronicles consigue hacernos partícipes. La madre es resentida por
Jared, el pequeño héroe de nuestra historia, porque se ha separado de su padre,
y es en su desconocimiento de la verdadera razón de ese conflicto que
encontrará la motivación necesaria para iniciarse en el descubrimiento del
reino fantástico de su tío bisabuelo.
Por supuesto, la sombra de la mejor película de Steven Spielberg, E.T.: The Extra-Terrestrial (1982), planea sobre el
caserón Spiderwick a lo largo de la cinta, pero de ningún modo a la manera de
un nubarrón que avise de tormenta. Todo lo contrario, la única ambición de The Spiderwick Chronicles consiste en un sometimiento a las reglas de la
fantasía y a una honestidad en general que son dignos de admiración.
De una belleza, por tanto, bastante suya, la película exhibe virtudes que
aun en los apartados técnicos le son imprescindibles sin convertirla en otra
película que se apoye en ellos hasta desaparecer como relato humano. La música
original de James Horner y la diestra fotografía de Caleb Deschanel son en este
punto prácticamente invalorables, tanto como el diseño de producción, la
dirección artística y todos y cada uno de los efectos visuales y especiales.Y hablando de efectos, el veterano Nick Nolte tiene aquí un papel que,
después de lo que hizo en el Hulk (2003) dirigido por Ang Lee, lo confirma como todo un monstruo del cine fantástico de nuestros días,
en este memorable título que también se centra, y cuán significativamente, en
las relaciones entre padres ausentes o negligentes e hijos que nunca olvidan.