Así como en The Game y en Fight Club, en esta
controladamente cruel y sinuosa ilustración del misterio de uno de los serial
killers más infames de América, Fincher muestra dos posibilidades: Nicholas o
Conrad Van Orton, Tyler o el narrador anónimo, el pederasta o el cartelista
cinematográfico. Dos posibles asesinos, pero también --como ocurría en las
cintas anteriores-- dos opciones, no exactamente morales, sino de acción
emotiva por parte del espectador, que de esta manera tiene que decidir de qué
lado está su empatía o condena: si repudia a Conrad o entiende sus ambiguos
sentimientos hacia su frío hermano, si tiene fuerzas para
oponer alguna lógica burguesa al magnetismo de Tyler y así proteger su ego de
espectador/cómplice, si la respuesta a la inconclusa investigación de unos
horrendos crímenes debe ser dictada por su angustia virtual o su frustración
intelectual --Zodiac no es un film de David Lynch.
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