Una soberbia
actuación de Penélope Cruz lidera este viaje adentro de la madurez creativa de
Pedro Almodóvar, por una vez (al menos) lejos de las huecas florituras de su
supuesta identidad autoral. Volver se impone por eso como una de sus películas
acabadas en la redondez de la verdad cinematográfica, una sencillez y una
honestidad que ojalá existieran más allá de la temática escabrosa que, mejor
(Carne trémula, Matador) o peor (Todo sobre mi madre, Laberinto de pasiones)
planteada, inflama de alienación la estética más aberrante de su trabajo.
Volver resulta por eso excepcional.
Trama que de
potencial realismo mágico deviene en escalofriante y devastadora realidad con
guiños al film (neo)noir y al neorrealismo incluidos, Volver --provisionalmente bautizada La
abuela fantasma allá por su primer borrador-- es una clásica woman's movie, una
cinta con el corazón apegado a y el alma anclada en el mundo de relaciones
familiares y amicales que es siempre el universo femenino. Lo minúsculo del
pueblo que sirve de escenario a la acción solamente deja constancia de la
magnificación inevitable, de convicción enaltecedora, que todos y cada uno de
los eventos en la vida sesgada de este estrecho puñado de mujeres tendrán que
asumir como propia. Nada resulta más intenso que la experiencia personal. El
misterio que la película propone es contemplado desde un fuera demasiado
subjetivo: la dirección de fotografía y el montaje desnudan una historia tan
conmovida (y conmovedora) como sus gestos, sus entonaciones y sus silencios,
cubiertos por el espectador con los susurros de su propia aprensión o su íntima
deliberación entristecida. El humor de Volver es casi un milagro: tal es la
persuasiva verosimilitud de este film de Almodóvar, una pesquisa policial y
fantasmagórica resuelta atando los cabos sueltos del día a día --o del largo
viaje del día a la noche viendo un filme de Anna Magnani en la ausencia de los
hombres, cuya presencia acompañando una interpretación de Gardel a ritmo de
flamenco será tan ambigua y distante como la de los
invitados a una fiesta con hitchcockiano cadáver virtualmente debajo de los
postres.
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